“Si aceptamos con igual bienvenida toda «crítica», tanto la que nos mueve hacia nuestro objetivo como la que nos aleja, no seríamos un partido de combate, sino una asociación de oradores que después de haber sido embarcados con mucho ruido para una viaje grandioso, descubrimos que estamos en la ruta específica y, básicamente, que podría llegar a cualquier lugar, e incluso ceder al sano «consejo» de abandonar la aventura”
Rosa de Luxemburgo
Lenin planteaba que como militantes revolucionarios tenemos el deber de ser parte del partido que más cercano esté a la ideología que apueste por la creación de una sociedad sin clases dominantes. En base a ello surgen dos preguntas principales; ¿deberíamos ser parte del PC chileno y disputar a la interna la línea política? Y sobre la misma, ¿tendríamos que apoyar la candidatura presidencial de Daniel Jadue? Para responder esta interrogante y desarrollar nuestro planteamiento, señalamos lo siguiente:
– Es falsa la gran dicotomía en cuanto a los proyectos de sociedad diferentes que se plantea al interior de los partidos del bloque en el poder. Con las diferencias ideológicas obvias entre tendencias liberales y conservadoras, los partidos tradicionales son sumamente homogéneos. Todos los candidatos de estas primarias tienen dos cosas en común, plantean una serie de cambios al régimen político de carácter socialdemócrata, y por otra parte, buscan mediante diferentes medidas dar un “aire nuevo” al modelo económico. Sobre esto último, lo que propone el PC en su programa es realmente irrealizable bajo las condiciones que entrega el estado burgués, principalmente porque en estas condiciones la riqueza del país que podría financiar el programa es patrimonio de los superricos, la cual es una situación no solucionable desde el estado burgués. Para este periodo, esto repercutirá en que da igual quien gane las elecciones, la salida a la crisis económica producida por la pandemia, será que la paguen las y los trabajadores. Ni el PC, ni por consiguiente Jadue apuntan a un cambio radical, ni plantean como eje central de su gobierno el fortalecimiento de la clase trabajadora y su contradicción fundante entre capital y trabajo al momento de proyectar un gobierno. El PC chileno no quiere un cambio en el modelo económico y prefiere que las conquistas inmediatas de la clase sean productos de los acuerdos entre los poderes empresariales dominantes. Ningún partido del bloque dominante incluyendo al PC (a pesar de declararse marxista leninista) compartirá esta tesis porque significaría la dilución del capital político que permite su mantenimiento en sus cargos públicos a través de la aprobación y apoyo de sus bases.
– El PC chileno es un partido que de comunista tiene solo el nombre. Es un partido que tal como dijo Jadue en el penúltimo debate presidencial, no tiene un proyecto político, solo tiene un programa social sin horizonte más allá de hacer lo más socialdemócrata posible el actual régimen, respetando el rango de acción que permite la institucionalidad de la clase dominante. No tienen aspiración alguna de alcanzar el socialismo, buscan la creación del “capitalismo de rostro humano” desde su modificación, porque no tienen (ni tendrán) un programa político revolucionario, que defina las acciones a seguir para la conquista del poder, las propuestas específicas de gobierno popular y las tareas para la implementación de las bases de una sociedad sin clases y que signifique una ruptura con el régimen de acumulación del modelo económico vigente. Por tanto, acabar con el régimen de acumulación capitalista, ni menos poner el foco en los trabajadores y trabajadoras que generan la riqueza en el país.
– Ellos buscan la institucionalización de la violencia, es más, ellos son en este momento la institucionalidad instrumentalizando la violencia popular para encaminar el sentido común del pueblo hacia los poderes del Estado como el lugar de resolución de los problemas de las y los trabajadores, Según hemos analizado los procesos sociales dados a principios de siglo en Argentina, la integración de la violencia callejera mesurada a la lista de tácticas de partidos y otras entidades políticas tradicionales para obtención de variados objetivos, es un proceso que ya se está dando en Chile. En este contexto no toda violencia callejera es necesariamente benéfica para la construcción del poder popular, al menos si esta no es conducida, ya que sus objetivos se encuentran al interior de los márgenes de la legalidad, con una táctica violenta solo en lo performatico y sumamente calculado por el receptor de la demanda. Para el PC la única estrategia para la obtención del poder es ser parte del estado burgués. Ya sea desde el parlamento o eventualmente administrando el poder ejecutivo tenemos la certeza de que el PC condenará y castigará todo tipo de violencia que no sea capitalizable en lo político por ellos o por su coalición.
– Las elecciones no nos llevan a construir ni fortalecer el poder popular, este se disgrega al entregarle la representación a otro. Nosotros no avalamos el voto como mecanismo de cambio para la toma del poder, creemos está más que demostrada en la historia de Chile y el mundo. En este sentido, frente a la falta de un partido que nos conduzca al socialismo, el voto en este período se reduce a una metodología utilizada para continuar con el actual régimen político y económico (neoliberalismo), dando continuidad a las lógicas y reglas de este. Defendemos los procesos que apuntan hacia la mejora en la vida del pueblo, como marxistas leninistas no nos oponemos a la reforma, pero si al reformismo, y a la medida de lo posible, que justamente es lo que viene a representar con otro rostro el PC chileno hoy.
Como conclusión, sabemos que el PC chileno no sería el partido llamado a conducir procesos revolucionarios, ni menos ser el partido que apueste a una sociedad sin clases, muy por el contrario, este partido vendría a ser un nuevo rostro de la socialdemocracia, que salvará una y otra vez al capitalismo si lo permitimos.
Hoy la tarea de los comunistas revolucionarios sigue siendo la misma y ésta es la construcción de fuerza propia, política, orgánica y militar para enfrentar la coyuntura política social de estos dos años, para así conseguir la victoria hacia la construcción del socialismo.